Sumario | Info | Donaciones | FAQs | Actividades | Publicaciones | Enlaces | Artículos | Bibliografía | Galería
Artículos
Enlaces:
Encuentros cercanos con Ray Stanford
Vicente-Juan Ballester Olmos
Un repaso biográfico cándido y actualizado de uno de los
ufólogos más singulares, iconoclastas e interesantes del mundo.
Ray Stanford es un personaje único en la ufología internacional. Fue el primero en desarrollar una investigación instrumental y tecnológica del fenómeno ovni. En cuatro décadas ha conseguido más de 40 filmaciones o series de fotografías de objetos volantes no identificados. Actualmente es un notable descubridor de huellas de nuevas especies de dinosaurios.
La primera vez que vi personalmente a Ray Stanford fue de manera insospechada, totalmente por sorpresa. En junio de 1987 fui invitado por el MUFON norteamericano a dar una conferencia en la American University, de Washington, D.C., en el contexto de su congreso internacional anual. Era mi primer viaje a los Estados Unidos. Pasados los entonces farragosos trámites de entrada en el aeropuerto de Dulles (vueltos a complicar recientemente a raíz del desdichado 11S) y ya en la terminal, alguien se me acercó a mi y se identificó como Ray Stanford. Resulta que a cada invitado se le había asignado un voluntario para recogerle, llevarle al hotel, etc. Ray había solicitado ser mi anfitrión. Y vaya si lo fue. Inmediatamente me sugirió acompañarle al cercano Maryland, donde vivía, ofreciéndome su hospitalidad hasta el día siguiente. Ray y su esposa Sheila fueron muy agradables y, además de tener la ocasión de departir largamente con Stanford, me hizo de guía al día siguiente por varios lugares de gran interés científico, como el Museo Nacional del Aire y del Espacio, NASA, etc), político (sede del Watergate) y turístico (Capitolio, Casa Blanca, etc) del distrito de Columbia.
Por aquel entonces, naturalmente, yo ya era conocedor de la historia ufológica de Ray Stanford, sus publicaciones, libros y actividades. Nacido en 1938 y nativo del estado de Texas, ha sido un ufólogo precoz desde su más extrema juventud. En su adolescencia quedó fascinado por los relatos de contactos de George Adamski y se convirtió en un entusiasta creyente, hasta que no tardó en darse cuenta de que todas las afirmaciones de Adamski eran falsas y sus fotografías burdos montajes. A pesar del hallazgo de los fraudes que encerraban las enseñanzas de Adamski, sus narraciones de viajes espaciales, los contactos con seres del planeta Venus y sus fotografías, su interés en los ovnis no decayó, antes al contrario.
Stanford es todo un personaje. Sin formación académica superior, sólo la educación básica del bachillerato (high school) y un par de cursos de física de nivel de college, es un verdadero autodidacta, un ávido lector y ha adquirido un extraordinario conocimiento en materias técnicas como fotografía o física, siendo un reconocido experto en meteoritos, paleontología y paleo-ictiología. Ray y su hermano gemelo Rex, laureado licenciado universitario y profesor de psicología, son personas altamente inteligentes. Ray alcanza el cociente de 155 en el test de inteligencia de Stanford-Benet (no es broma). Probablemente esto explica el porqué ha dedicado toda una vida a explorar nuevas corrientes de investigación, muchas de ellas marcadamente heterodoxas, y que han ido desde lo más controvertido (exploración psíquica, channelling) hasta lo puramente científico. En la actualidad mantiene una posición escéptica en muchos asuntos en los que ufólogos al uso creen a pies juntillas, como el mito de Roswell o las sensacionales fotografías de Gulf Breeze, McMinnville, etc.
De fuerte carácter, polemista por naturaleza y algo sobre-excitable más veces de lo que uno quisiera, Stanford resulta en ocasiones una persona difícil de complacer. Sostener una amistad regular con él resulta a veces un ejercicio arduo y obliga a invertir dosis no menudas de diplomacia y tacto. Eso sí, no le duelen prendas a la hora de pedir excusas o admitir un calentamiento verbal (o escrito). Sonriendo, se confiesa como “un tejano que no tiene pelos en la lengua”. Sin embargo, es también un ser humano entrañable, decididamente honrado, lleno de energía, conversador compulsivo, a veces a la defensiva, y anonadado cuando comprueba que no se le perdona haber sido un fan de Adamski hace cincuenta años, cuando era un jovencito imberbe. Tanto si apoyamos sus opiniones o no, Ray Stanford es verdaderamente una de las personalidades vivas más notables de la ufología mundial.
Ray Stanford sostiene una larga historia de observaciones ovni, la mayoría registradas con una cámara y en presencia de otros testigos. En cuanto al registro fotográfico de ovnis, en forma de series de fotografías o películas en color, Ray ha fotografiado o filmado, entre 1954 y 1969, siete tales incidentes. Sólo pudo explicar una de esas observaciones, tratándose del lanzamiento abortado de un cohete lanzado en la base de Vandenberg (California) y que Ray fotografió desde Arizona. Por cierto, el fallecido físico atmosférico James McDonald, que estudio el caso en profundidad, le dijo que sus dos fotos del anillo luminoso eran las más bellas de todas las tomadas de aquél fenómeno.
De hecho, tras sus iniciales y equivocadas experiencias juveniles, el interés de Ray por los ovnis perduró, orientándose hacia un enfoque tecnológico e instrumental de los objetos volantes no identificados. (Este artículo no pretende de ninguna manera ser una biografía de Stanford, por consiguiente no reseñaré muchos aspectos de su vida y actividades, incluyendo la rica variedad de avistamientos ovni que ha vivido estos años). De 1972 a 1974, Stanford tuvo la fortuna de hallar algunos ricos mecenas que le permitieron financiar el equipamiento instrumental del Project Starlight International (Proyecto Internacional Luz de Estrellas), originalmente fundado en 1964. Stanford gastó la nada despreciable suma de más de dos millones de dólares en equipo e instalaciones, incluyendo material electrónico, óptico, magnético y de gravitación, que se instaló en un laboratorio de campo cerca de Austin (Texas). Todo este conjunto disponía de capacidad móvil, con excepción de la unidad de radar. Su objetivo era la detección de cualquier señal emitida por un fenómeno ovni.
La más sensacional afirmación que Stanford sostiene es que el PSI consiguió detectar y grabar no solamente imágenes ópticas de ovnis sino también espectros de su luz, sonidos, efectos magnéticos y gravitacionales y otros fenómenos asociados con la presencia ovni captados desde su observatorio. El Proyecto, que llegó a tener seis empleados asalariados a tiempo completo y más de veinte voluntarios disponibles a una llamada de teléfono, estuvo activo en Texas, New Mexico y Arizona hasta 1985, produciendo una abundante cosecha en forma de varias películas diurnas, una película nocturna y diez diferentes series de fotografías de extraños objetos volantes, conseguidas por Ray o por otros miembros del equipo del PSI, tanto en su ubicación permanente como en otros emplazamientos.
En febrero de 1986, debido a una concatenación de complejas circunstancias, Ray privatizó el Proyecto y se mudó a Maryland, en el entorno del cinturón de Washington, D.C., donde su esposa tiene un importante puesto de trabajo en el Goddard Space Flight Center de la NASA. Desde que el PSI finalizó sus actividades, en los últimos dieciocho años ha sido regalado por numerosas oportunidades de observar y filmar ovnis en pleno día y de lograr series de fotografías de alta resolución, episodios ocurridos en escenarios distintos y nunca en solitario. Estos sucesos han arrojado ¡nada menos que un total de treinta películas y series de fotos, a sumar a su nada despreciable acervo anterior!
Todo lo anterior coloca a Ray Stanford en una perspectiva que admito parcial. Mi papel en este ensayo no es juzgar o analizar las experiencias o la evidencia aportada por él. Pero lo sorprendente es que todo este material todavía no haya sido sujeto a ningún escrutinio científico independiente (en estos momentos precisamente acaba de iniciarse), de ahí que en la actualidad nadie puede ofrecer un comentario diagnóstico acerca de sus fotos y películas que se considere un veredicto científico definitivo.
Ciertamente, Ray Stanford ha desarrollado un cuerpo de teoría por el cual los objetos aéreos no identificados con detalles estructurales que ha observado y filmado muestran evidencia de una física exótica, generando fenómenos electromagnéticos y gravitacionales. Él ha expresado su disponibilidad para cooperar con investigadores independientes y, desde mi punto de vista, se le debería permitir la oportunidad de expresar sus hallazgos, de forma y manera que otros puedan realizar las verificaciones necesarias para sacar conclusiones independientes sobre la naturaleza y significado de las imágenes registradas en película. Este es un reto que no puede ser dejado de lado.
Como el lector puede ya saber, en los últimos años estoy gestionando y desarrollando el llamado Proyecto FOTOCAT (http://fotocat.blogspot.com/), un programa de investigación a medio plazo lanzado desde la Fundación Íkaros con la ambiciosa finalidad de recopilar el mayor catálogo mundial computarizado de avistamientos ovni en los que se han captado imágenes de fotografía, película o video. Ejerciendo esta función, renové hace pocos años mi relación con Ray Stanford, con la intención de documentar para FOTOCAT los múltiples sucesos ovni fotográficos en los que ha estado involucrado a lo largo de su vida. En verdad, debo admitir que Ray ha sido extremadamente cooperativo y generoso con este proyecto.
Que Stanford tiene un habilidad ocular natural para el reconocimiento que ralla lo extraordinario, nadie puede negarlo. Inspeccionando antiguos lechos de arroyos en el condado Prince George, en Maryland, ha descubierto las primeras huellas conocidas de dinosaurios del periodo Mesozoico (Cretáceo Inferior). Es también descubridor de huellas de dinosaurios, pterodáctilos, mamíferos, cocodrilos, quelonios y anuros que datan la friolera de 112 millones de años. Sus hallazgos han sido confirmados por paleontólogos y paleo-icnólogos profesionales y entre ellos se cuentan hallazgos únicos en Maryland, en Estados Unidos e incluso a nivel mundial, incluyendo el único hallazgo hasta el presente en el mundo de un nodosaurio (un tipo de dinosaurio acorazado que incubaba a sus crías).
Revistas científicas como Ichnos han publicado trabajos donde Stanford firma la descripción de sus descubrimientos en compañía de ilustres personalidades científicas, como el doctor Robert Weems del US Geological Survey y el profesor de Geología doctor Martín Lockley, de la Universidad de Colorado. De hecho, a raíz de uno de sus hallazgos, se ha creado una nueva clasificación de huellas, el nuevo género Hypsiloichnus (huella de hypsilofodóntido) y la nueva especie marylandicus (de Maryland). Se trata de una nueva familia de pisadas, delanteras y traseras, de un tipo de dinosaurio desconocido hasta ahora
Entre otras muchas, Ray también ha hallado impresiones “antediluvianas” del paso de saurópodos, las primeras encontradas al este del río Mississippi y, como las anteriores, exhaustivamente fotografiadas. Concretamente se trata de huellas de manos y pies de un braquiosaurio saurópodo pre-adolescente de apenas 36 centímetros de longitud denominado Astrodon johnstoni por los expertos. Muchas de estas rocas impresas con huellas prehistóricas se acumulan en la sala de estar de la casa de Stanford -una mansión de 115 años que así se asemeja a un verdadero museo-, tantas que los cientos de kilos de peso de fósiles ha hecho aconsejable revisar los cimientos de la edificación.
Todo ello añade mayor singularidad si cabe a la figura de Ray Stanford, quien, el pasado seis de noviembre de 2004, fue uno de los oradores invitados de la conferencia anual del grupo germano MUFON-CES, que se celebró en la ciudad alemana de Frankfurt. En curso de la misma desarrolló el tema “Fenómenos magneto-métricos, gravito-métricos y ópticos en encuentros ovni diurnos”. Con la ocasión de su viaje a Europa, convinimos reunirnos en un hotel de la campiña de Baviera, cerca de Feldkirchen-Westerham, en donde Ray iba a quedarse al día siguiente de su charla para una reunión con varios miembros de la organización organizadora. Ubicado en medio de ninguna parte, rodeado de suaves colinas cubiertas de césped y bosquecillos con hojas teñidas de otoño, el entorno parecía muy apropiado para un encuentro tranquilo.
Entre la noche del 7 y la tarde del 8 de noviembre, Ray y yo consumimos (él Coke, yo cerveza alemana) muchas horas hablando de un gran número de temas variados, desde los más serios a los más marginales, con relación al mundo de la ufología, incluyendo curiosas confidencias. Asistidos por su ordenador portátil y un proyector, Ray yo revisamos muchas de sus fotografías y películas, transcurriendo el tiempo sin notarse. Quien conoce a Stanford sabe que es un conversador imparable, pero siempre de contenido interesante, que pone a prueba el conocimiento del idioma en sus interlocutores que no son de habla inglesa natal.
El resumen final de este rápido examen de una parte de su ingente material gráfico indica que la evidencia en imágenes de presunta fenomenología ovni aportada por Ray Stanford muestra aparentemente fascinantes anomalías que piden a gritos un análisis exhaustivo y un estudio independiente por el más cualificado personal. Aparentemente, algunos ingenieros aeroespaciales que han examinado las filmaciones de Stanford han declarado que contienen –nada menos- que “elementos de diagnosis de propulsión”.
Quienes me conocen más a fondo saben de mi gran afición a la música country y, por extensión, a algunos iconos de la antigua América del Norte. Entre ellos, la rebelde bandera confederada de las dos aspas de estrellas sobre fondo rojo o la enseña del estado de Texas (the lone star state). Aprovechando nuestro próximo encuentro, le había pedido que me las adquiriera. Y se empeñó en que las aceptara como un regalo personal. No olvidaré cuando, con seriedad protocolaria, me las entregaba, al tiempo que me imponía el nombramiento de “miembro de la Confederación”. Se juntaron el hambre y las ganas de comer. No olvidemos que Stanford, aunque vive en la capital del Norte, ejerce de tejano, con la parafernalia típica del vestuario sureño.
Parte de nuestra reunión la compartimos con el científico belga doctor Auguste Meessen, de la veterana organización SOBEPS, con el físico Illobrand Von Ludwiger y con algunos de los miembros del MUFON-CES, lo que confirió al encuentro la cualidad de un valioso micro-seminario internacional.
Este tipo de reuniones informales, además de servir para el grato reencuentro de viejos colegas (con Ludwiger había coincidido hacía años en un congreso en los Estados Unidos), el diálogo y la discusión valen para establecer promesas de renovada colaboración mutua. Debo decir que ya materializada, en forma de invitación a presentar una conferencia en el próximo congreso de 2005 del MUFON-CES, donde departiré sobre el singular papel que jugué en la desclasificación de los archivos ovni del Ejército del Aire español, un proceso que se desarrolló entre 1992 y 1999. Sin olvidar lo valioso del iniciar reforzar amistades y sostener líneas de diálogo franco y abierto, lo que ayuda a progresar en este complejo campo que es la ufología -donde se mezclan creencias de todo género- porque se evoca confianza entre las partes y ello facilita el intercambio de ideas, informaciones e investigación y, al tiempo, reduce las posibilidades de confrontación.
© Fundación Íkaros